A los 100 años de la independencia de México, la cultura
iniciaba su nuevo camino en medio de la turbulencia social que desembocaría en
violencia revolucionaria.
En el S XX, el modernismo se caracterizó por ser una corriente literaria
renovaría la literatura y el idioma español.
Vasconcelos describió el Ateneo de la Juventud: "Es el
primer centro libre de cultura para dar forma a una nueva era del pensamiento.
Nos hemos propuesto crear una institución para el cultivo del saber
nuevo."
Los años de la Revolución disparan los aires aparentemente
tranquilos del Porfiriato. La lucha armada tocó hasta la última fibra de la
cultura en México. Los antiguos eminentes artistas porfirianos emigraron del
país o se comprometieron con alguno de los grupos revolucionarios.
El estruendo pertubador de la Revolución trastocó la vida
privada de los mexicanos. Entre el ruido ensordecedor de la guerra se escuchaba
aún, en las casas porfirianas; la música de salón de los compositores al ritmo
de los valores modernizadores del porfiriato.
La fuerza de la visión vasconcelista que sostenía el
espíritu, la educación, transformaría la sociedad, impulsó la Escuela Mexicana
de Pintura, conocida como Muralismo, representada principalmente por: Diego
Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco.
La obra y la acción vasconcelista se expandió hacia las más
diversas zonas culturales. Escritores, músicos y pintores fueron parte de la
expansión nacionalista. El movimiento literario Agorismo, tenía como lema
"Intelectualidad expansiva en dirección a las masas".
Se llama la novela de la Revolución al entramado narrativo
de un conjunto novelístico cuyos ejes temáticos descansan en el proceso social
y político del México que entró en el S XX con la caída de Porfirio Díaz y el
estallido de la Revolución Mexicana.
La violencia, la crueldad de la guerra, la denuncia política
y la corrupción como desprendimientos de la lucha revolucionaria, así como el
éxito del género, desplazaron el centro de la novela de la Revolución hacia la
novela social, indigenista, antropológica. El gobierno de Elías Calles había
puesto las bases de un México moderno. En 1926 decretó una serie de medidas en
contra del culto y la enseñanza religiosa.
Al cerrar la década de los años 40, el nacionalismo cultural
vivió un momento culminante en el que se unieron la danza, la música y las
artes plásticas.
La literatura mexicana se había despojado de la fuerza
centrífuga de su pasado. Las letras se alejaban del nacionalismo obligatorio,
de la autoridad del realismo y aun del compromiso social. La libertad, la
imaginación como método y el profesionalismo literario decidieron los caminos
creativos de los escritores de los años 50.
En la pintura de los años 50 podían reconocerse 2 líneas: la
estirpe del nacionalismo heredada de la Escuela Mexicana y la del
internacionalismo cuya propuesta estética incluía el surrealismo, las
vanguardias, las nuevas aventuras del arte.
Los años 60 trajeron una nueva forma de entender el arte, la
sexualidad, la política. El mundo cultural se amplió notablemente.
El movimiento estudiantil de 1968 y su trágica culminación
en la matanza del 2 de octubre en la plaza de las Tres Culturas marcan una
frontera de fuego en la historia moderna de México. La sociedad mexicana se
descubre entre la sorpresa y el estupor, en un fin de época, como si algo nuevo
y desconocido surgiera de la tragedia y el dolor. A partir de entonces, la
cultura mexicana se dedicó a un dilatado homenaje. LA mano autoritaria que
sofocó el movimiento del 68 abrió también una puerta hacia la oscuridad, a la
noche radical de las izquierdas en su búsqueda, a sangre y fuego, de la utopía.
A partir de los años 60, la homosexualidad incorporada a la
vida pública, la defensa de los derechos civiles, la oposición como postura
cultural, la liberación femenina, lograron espacios centrales en la vida
pública mexicana.
Los 90 fijan en el tiempo el cierra de una época y guarda en
sus archivos la relación de los hechos que arrasaron con todas las certidumbres
de la historia moderna de México. En esos años la vida pública se caracteriza
por la pérdida de un canon intelectual.
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