Las opiniones emitidas del estudio en torno a la cultura
mexicana se dividen en dos campos: Los hispanistas y los conservadores por un
lado y los indigenistas y los liberales por el otro.
Los hispanistas sostienen que México quedó incorporado a la cristiandad gracias a los españoles. El México auténtico
surgió de la obra esforzada de los colonizadores y los misioneros, fueron los
que le dieron un perfil humano, os que borraron su salvajismo, su impiedad, los
que llevaron a la luz ese mundo oscuro.
La Revolución de 1910 trajo un cambio, desde entonces el
indígena deja de ser una alteridad para convertirse en los más radicalmente
nuestro, biológica y espiritualmente.
La historia reciente de México es la historia del
enfrentamiento entre quienes pretenden encauzar al país en el proyecto de la
civilización occidental y quienes resisten arraigados en formas de vida de
estirpe mesoamericana.
El proyecto occidental del México imaginario ha sido
excluyente y negador de la civilización mesoamericano, no ha habido lugar para
una convergencia de civilizaciones que anunciara su paulatina fusión para dar
paso a un nuevo proyecto.
El México profundo, resiste apelando a las estrategias más
diversas según las circunstancias de denominación a que es sometido. Los
pueblos del México profundo crean continuamente su cultura, hacen suyos los
elementos culturales ajenos para ponerlos a su servicio.
El tratado de libre comercio ayudó a abrir las puertas de la
estructura política y cultural que definía la identidad nacional
posrevolucionaria. Junto con el TLC surgieron amenazas internas que adquirieron
una virulencia y una resonancia imprevistas, y que hicieron pasar a segundo término
la vaga amenaza del norte.
En México hoy se está transitando del paternalismo
integracionista a un patrimonialismo, con tonos multiculturales y segregadores.
Los indígenas deben organizarse entre ellos y con los de
otras naciones. Necesitan la justicia.
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