Fuera
del Porfiriato y de la larga expansión económica en 1982, el país ha enfrentado
largos periodos de estancamiento económico que han contribuido a agudizar los
problemas ancestrales como la pobreza y la desigualdad. Las dos experiencias
tuvieron lugar en un ambiente político autoritario, y en ambas resalta la
capacidad para insertarse en las tendencias de la economía mundial.
A lo
largo de nuestra historia independiente hemos tenido por lo menos cuatro
estrategias de inserción en la economía mundial: La apertura inicial, ingenua y
unilateral de la primera República federal; la apertura promovida por el
régimen de Porfirio Díaz; la americanización como estrategia para complementar
un esfuerzo nacional de industrialización; y la americanización como objetivo y
ya no como medio para modernizar la economía.
A
grandes luchas por alcanzar la democracia y justicia social, las han sucedido
periodos de inestabilidad.
Hubo
un gran periodo de alternancia de políticas librecambistas y proteccionistas,
en el que la falta de continuidad en las políticas fue una consecuencia de más
de la inestabilidad política.
Porfirio
Díaz pudo llevar a cabo una reinserción de México en la economía internacional,
su régimen incluía una gran variedad de grupos políticos e intereses económicos.
Sentó las bases del desarrollo del capitalismo al dar pasos fundamentales para
crear un mercado interno y reinsertar a México en la economía internacional. El
autoritarismo del régimen acompañado con un carácter oligárquico, explican la
ruptura revolucionaria de 1910. La Revolución se planteó un cambio fundamental
para una sociedad que seguía siendo predominantemente rural: la reforma
agraria.
Miguel
Alemán, una vez más llevó a cabo una modernización económica, más extensa y
profunda que la anterior, que produjo una gran transformación mediante la
diversificación productiva y la urbanización acelerada.
Hubieron
dos periodos de crecimiento divididos por una revolución política y social de
grandes proporciones. La Revolución generó redistribución de activos,
movilización social y alianzas políticas que permitieron afrontar una
modernización más profunda y duradera.
El
desafío que se presenta México en la actualidad adquiere una dimensión
histórica. Estamos en la necesidad de
procesar, una deliberación sobre proyectos de país que debería llevarnos
a una solución incluyente y que no puede aspirar a imponerse sobre la derrota o
la desaparición de los contrarios. Se trata de una política constitucional como
vía principal para acometer una reforma del Estado que potencie y coayude a
consolidar un desarrollo económicos y social.
Junto
con la superación de la pobreza, la generación de empleos es un reto que
cuestiona la legitimidad del sistema político y económico.
La
debilidad del sistema político construido sin plan ni diseño de largo plazo no
han podido encauzar la confrontación y la grave crisis política de 1994-1995 no
se ha superado.
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