En
1970 México tuvo rápidos cambios sociales en 1970. El aumento de población representó una
presión para que se crearan puestos de trabajo, por lo que los mexicanos no
cesaban de emigrar, implicando una “invasión silenciosa”. A medida que fue creciendo la distancia entre
el gobierno y los intelectuales, empezó a parecer una prensa
independiente.
Luis
Echeverría fue la encarnación de la élite política mexicana, se esforzó por
aislar y desmantelar algunas camarillas rivales. En junio de 1971 un sangriento ataque contra
estudiantes por parte de criminales paramilitares le brindó la oportunidad de
despojar de su cargo a Alfonso Martínez Domínguez. Los cambios constantes del gabinete indicaban
el deseo del presidente de restaurar los vínculos con la intelectualidad del
país. Al aumentar la inflación, Echeverría nombró un nuevo secretario de
Hacienda, José López Portillo. Antes las
medidas de López Portillo, los empresarios se quejaron de las medidas. La
tensión empezaba a afectar el pacto entre el Estado y el sector privado. La expansión de la actividad del Estado llevó
a Echeverría a un conflicto constante con el sector privado nacional, que se
encontraba atrapado entre las compañías multinacionales y el Estado mexicano. Esto contribuyó a una espiral inflacionaria,
encareciendo los productos mexicanos e impidiendo competir en los mercados
internacionales. La situación empezó a empeorar con al devaluación del peso,
que significó un golpe para quienes veían la posición de la moneda como señal
de fuerza y estabilidad.
López
Portillo echó mano de una estrategia de probada eficacia: reforma electoral, la cuál contenía la liberalización de los
procesos para inscribir partidos, la ampliación de la Cámara de Diputados, y la
ampliación del acceso a los medios de comunicación por parte de los partidos y
los candidatos a la oposición. El gobierno de López Portillo optó por seguir
una política cuyos resultados fuera inmediato, con la intención de estimular el
crecimiento, promover el empleo y pagar las importaciones, sin crear inflación
ni una dependencia excesiva de las ventas del petróleo. Los ingresos del
petróleo mejoraron la posición de México en el plano internacional cuando
ocurrió el alza súbita de los precios en 1979.
Los errores
del gobierno de López Portillo fueron depositar demasiada confianza en las
exportaciones de petróleo y la continua sobre valoración del peso.
Una proporción considerable de las ganancias
producidas por el petróleo se reinvertían en la industria petrolero. La necesidad urgente de buscar elevadas tasas
de crecimiento con estrategias a corto plazo fue la causa de esta confianza,
haciendo vulnerable a México ante los cambios de los precios internacionales
del petróleo. A mediados de 1981, la superabundancia
mundial del petróleo condujo a una fuerte caída de los precios.
De
la Madrid trató de restaurar la credibilidad internacional de México y reparar
la relación entre el Estado y el sector exterior. De la Madrid intentaba
restaurar la antigua alianza gobernante de México: la triple coalición entre el
Estado, el sector privado y el sector exterior.
Se
produjeron dos sacudidas externas. Uno fue el terremoto del 85, en medio de las
ruinas había señales de corrupción. La segunda sacudida fue el descenso del
precio internacional del petróleo y la consiguiente pérdida de ingresos de las
ventas del petróleo. De la Madrid
emprendió una reforma estructural a largo plazo que tanto en el país como en el
extranjero se interpretó como la liberalización de la economía mexicana.
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