La Secretaría de Educación Pública, diseñada por
Vasconcelos, se creaba como un nuevo ministerio, que promovería la educación popular,
dirigida a las mayorías urbanas y rurales, y crearía un país humanizado y significado
por el conocimiento y el arte.
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Vasconcelos privilegia la experiencia estética como la
función armónica del espíritu humano que permite componer y coordinar los
valores cognoscitivos, siendo el eje de la educación. Se creía en el fomento de un arte nacional,
que recuperara las tradiciones propias de México
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La Casa del Pueblo era una escuela para niños y adultos
que era a la vez centro comunitario, donde la gente aprendía a leer y
escribir pero también artes, artesanías, oficios y técnicas agrícolas. Se
exaltaba además al mexicano ordinario: al campesino, al obrero que había
peleado en la Revolución.
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José Gálvez junto con Medellín establecieron la Dirección
de Misiones Culturales, encargada de sistematizar ampliar y optimizar los
cursos para maestros misioneros. Se
pedía a los misioneros recopilar información de la región donde
trabajaban.
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Mediante las Casas del Pueblo y las Misiones Culturales,
la SEP pretendía enfrentar un problema que se había formulado sólo vagamente:
el de la educación indígena.
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La cultura revolucionaria ya no se definía en términos de
una transición en la que los indios incorporarían la cultura occidental a su
modo de vida, sino como un ámbito en que la cultura indígena podría
reconocerse en su propio valor
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Una de las demandas de la cristeada era libertad para la
educación religiosa. Los maestros
fueron blancos de agresiones y los católicos se refugiaron en sus propias
escuelas, que no tenían reconocimiento gubernamental y por un tiempo operaron
clandestinamente.
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El titular de la SEP de 1931-1934 fue Narciso Bassols,
quien se propuso vigorizar de nuevo la educación rural federal y recuperar el
entusiasmo por la cultura escolar comunitaria vinculada al régimen de la
Revolución. Emprendió la tarea de
capacitar efectivamente a los maestros rurales para convertirlos en mentores
agrícolas y de artes útiles.
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La educación socialista significaba la difusión del
materialismo dialéctico y la circulación de una conciencia de clase
proletaria en las escuelas públicas, así como la profundización de la
educación productiva.
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Cárdenas constituyó el Departamento Autónomo de Asuntos
Indígenas, que absorbía tanto al viejo Departamento de Educación y Cultura
Indígena como a las misiones culturales.
Su labor retomaba el ímpetu de la educación transformadora, pero
agitaba para que los indígenas se organizaran y expresaran demandas
colectivas.
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Al subir Ávila Camacho a la presidencia, la SEP impulsó
acciones represivas contra los maestros que se habían destacado en la
promoción abierta y diligente de la educación socialista. Se hacían las paces
con la Iglesia y fue imponiéndose una gran tolerancia hacia las escuelas
católicas. El maestro se dedicaría
sólo a sus labores pedagógicas. En
cuanto al DAAI se le redujo el presupuesto y el personal.
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Tras
la Revolución, la cultura oficial transmitida por las escuelas propició una
visión crecientemente jacobina, en la que la exaltación del pasado indígena y
la redención del indio del presente desempañaban un papel decisivo. Pero después de Vasconcelos se
multiplicaron las expresiones anticatólicas y la satanización de la
colonización española.
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Adolfo López Mateos inauguró el nuevo Museo Nacional de
Antropología e Historia. Parecía
simbolizar el triunfo histórico del nacionalismo revolucionario, el triunfo
de una cultura mestiza, consolidada al amparo de un Estado a la vez
progresista y pacificador, moderno y consciente de sus raíces milenarias.
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Hoy en día, la problemática de las relaciones entre la
cultura, la nación y la escuela no se ha vuelto irrelevante, y su
replanteamiento parece ineludible ante dos hecho: la inserción en un mundo
globalizado, donde los contornos de la nación van perdiendo nitidez, y el resurgimiento
de identidades étnicas que demandan proyectos de educación
intercultural.
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